TIGRAN HAMASYAN EN EL TEATRO COLISEO: ANCESTRAL Y CONTEMPORÁNEO

En un show íntimo en el Teatro Coliseo, el pasado 14 de octubre, el pianista armenio conmovió al público argentino con la interpretación de su último álbum. En esta nota, repasamos su trayectoria y lo vivido en su visita a Buenos Aires. 

Si te gusta la música instrumental y te atraen los artistas que llevan el piano más allá de lo académico, Tigran Hamasyan es alguien que no pasa desapercibido. Su forma de tocar tiene algo hipnótico: mezcla la energía del metal progresivo, la libertad del jazz y la profundidad del folklore armenio, todo con una intensidad que se siente en el cuerpo.

Lo descubrí hace varios años, casi por casualidad, a través de su video “What the Waves Brought”, donde está solo con el piano, haciendo beatbox y scatting mientras toca con una naturalidad abrumadora. También recuerdo haber visto “Vardavar – Live in the Mountains”, una versión junto al guitarrista Charles Altura, grabada literalmente en una montaña, con un paisaje que parece extenderse desde la música misma. Esos videos, junto a sus colaboraciones con estudiantes y músicos de Berklee College of Music, fueron el punto de partida para que muchos lo descubriéramos: un pianista que podía mezclar lo ancestral con lo contemporáneo sin perder autenticidad.

Nacido en Gyumri, Armenia, en 1987, Tigran empezó a tocar el piano a los tres años y a componer a los seis. Desde joven se interesó tanto por la música folklórica de su país como por el rock y el jazz. A los diecisiete ganó el prestigioso concurso Thelonious Monk Jazz Piano Competition, y desde entonces se consolidó como una de las figuras más originales del jazz contemporáneo.

Desde sus primeros discos, como A Fable o Mockroot, hasta sus trabajos más recientes, Tigran fue construyendo un sonido propio que le valió el reconocimiento de figuras del jazz como Herbie Hancock y Brad Mehldau. Su manera de integrar ritmos tradicionales armenios con armonías modernas lo convirtió en una referencia para toda una generación de pianistas.

El 14 de octubre, en el Teatro Coliseo, volvió a presentarse en Buenos Aires con su cuarteto, en una fecha producida por ceroveinticinco AR. Estuvo acompañado por Yessaï Karapetian en teclados, Marc Karapetian en bajo y Arman Mnatsakanyan en batería. Los tres formaron una base sólida, precisa y explosiva, que le dio espacio a Tigran para moverse con total libertad entre pasajes líricos, riffs pesados y momentos de pura improvisación.

Durante el show, presentó material de su nuevo proyecto, The Bird of a Thousand Voices, un álbum doble inspirado en una antigua leyenda armenia. En este trabajo, Hamasyan experimenta con técnicas de composición propias de la música electroacústica, recursos desarrollados por compositores como John Cage y Pierre Schaeffer, incorporando procedimientos de manipulación sonora y exploración tímbrica poco habituales en el jazz contemporáneo. En escena, eso se tradujo en una experiencia casi cinematográfica: canciones con métricas irregulares, climas densos y contrastes abruptos entre la calma y la furia. Por momentos el grupo sonaba como una banda de metal tocando jazz; en otros, como una plegaria colectiva suspendida en el aire.

Hay algo especial en ver a Tigran en vivo. Más allá del virtuosismo (que ya todos conocemos), lo que realmente llama la atención es su manera de habitar la música. Se entrega por completo al instrumento: marca el pulso con el cuerpo, respira los silencios y ataca cada acento con una energía que parece venir de otro lugar. No hay nada de demostración vacía; todo está al servicio de la música.

El público del Coliseo lo acompañó con respeto y entusiasmo, en un silencio absoluto durante los pasajes más íntimos y con ovaciones que parecían no terminar después de cada clímax. En un momento, Tigran invitó a la sala a silbar la melodía de “Postlude – After Seven Winters” mientras él improvisaba variaciones armónicas sobre el piano, generando uno de los instantes más humanos y participativos del concierto. Hubo algo muy sincero en esa conexión: la sensación de estar frente a un artista que, sin decir una palabra, comunica todo desde la música.

Tigran Hamasyan sigue demostrando por qué es una de las voces más originales del jazz contemporáneo. No busca encajar en ninguna etiqueta: prefiere crear su propio universo, uno donde el groove, la espiritualidad y la energía eléctrica conviven con naturalidad. En tiempos donde todo parece inmediato y desechable, su música recuerda que todavía existen artistas que crean desde la profundidad, sin la necesidad de complacer, sino de invitar a escuchar con atención. Verlo en vivo es confirmar que la autenticidad todavía puede sorprender y emocionar. Su manera de unir virtuosismo, tradición y experimentación lo convirtió en una referencia para toda una generación de músicos jóvenes que crecieron viendo sus videos y tratando de descifrar su lenguaje rítmico.