La música, ideas e historia de POLI se entrelazan en un proyecto en constante transformación, donde conviven las influencias del pop internacional con una sensibilidad profundamente ligada a su tierra y sus experiencias.

Poli es una cantante, compositora y artista pop argentina. Con una estética pop y raíces profundas, Poli desarrolla su música, identidad entre el cruce entre lo personal y lo cultural. “No quiero convertirme en un producto despersonalizado. Quiero que lo que hago cuente de dónde vengo y quién soy”, afirma. En esta entrevista, habla sobre sus influencias, el detrás de escena de “Boyz”, el respeto por el folklore, su deseo de construir un proyecto pop con impronta propia y su opinión sobre la industria musical.
– ¿Cómo fueron tus primeros acercamientos a la música? ¿Qué sonidos marcaron tu infancia y adolescencia?
– Mi infancia fue puramente pop. Mi primer recital fue el de Madonna en River, tendría diez años. Después vino Beyoncé, Shakira… Era fan de Floricienta, crecí en plena era Cris Morena. También escuchaba mucha música en inglés porque a mi papá le encantaban The Beatles, Bee Gees, y en casa sonaban desde Guns N’ Roses hasta Fito Páez. Pero no escuchábamos folklore. Eso vino mucho después, de manera inesperada.
– ¿Y cómo llegó el folklore a tu vida si no venía de tu entorno familiar?
– Fue a través de mi papá. Él empezó a colaborar con una asociación civil que trabaja con comunidades del norte argentino. Me llevó a conocer esa realidad y fue muy movilizante. Yo venía de una vida muy urbana, de clase media porteña. Empecé a viajar, a trabajar en comunicación para ellos, y en el auto mi papá me hacía escuchar Mercedes Sosa. Me acuerdo del disco Cantora. Lo escuchábamos cada vez que íbamos al norte. Así fue mi primera conexión emocional con el folklore.
– ¿Recordás el momento en que decidiste cantar o componer folklore por primera vez?
– Sí, fue cuando Flor Paz me invitó a componer para su nuevo disco. Me dijo que quería hacer un folklore más pop, más fusionado, y me pidió que le escribiera canciones. Yo me quedé en shock, nunca había escrito folklore. Pero me animé. Terminamos haciendo temas que están nominados a los Premios Gardel. Incluso canté en una peña con ella y elegí hacer dos temas de Mercedes Sosa. Fue muy emocionante y mi familia estuvo presente.
– ¿Cómo surgió la idea del videoclip de “Boyz” y por qué decidiste incluir una estética gauchesca?
– Fue una idea que se fue armando en varias capas. Yo venía componiendo folklore, y al mismo tiempo estaba componiendo pop. Me inspiré en un videoclip de Madonna en clave western y pensé en traer esa estética al universo argentino. Pero no quería que fuera superficial ni una parodia. Por eso, en vez de poner actores haciendo de gauchos o usar un vestuario solo decorativo, convocamos a los chicos de Malevo, que vienen de esa tradición pero también están en el mainstream. Fue una forma de unir dos mundos que me representan.
– ¿Tuviste miedo de que se leyera como apropiación cultural?
– Sí, claro. Lo hablé mucho con la producción. No quería que se malinterpretara ni que pareciera que usaba la imagen del gaucho de forma banal. Me importaba mucho que los que aparecieran en el video tuvieran un vínculo real con esa cultura. Por eso elegimos a Malevo. Ellos entendieron perfectamente la propuesta y después se coparon con todo. Vinieron a la presentación del tema, nos hicimos amigos. Esa devolución fue súper importante para mí.
– ¿Qué rol ocupa hoy la identidad en tu proyecto artístico?
– Un rol central. Yo compuse canciones en Miami, en México, con productores de distintas nacionalidades. Pero cuando volví, sentí que algo faltaba. Dije: “estas canciones están buenísimas, pero ¿qué cuentan de mí?” Entonces empecé a buscar formas de que mi identidad se viera también en lo visual, en los detalles. No quiero parecer una artista sin contexto. Quiero que cuando me vean o me escuchen, sepan que soy argentina, que tengo una historia, una mirada, una raíz.
– ¿Cómo vivís tu lugar en la industria musical como mujer artista?
– Es difícil. Al principio todos mis músicos eran varones. En giras, en ensayos, en estudios… muchas veces me costó que entendieran mi visión. Siento que todavía cuesta que a las mujeres se nos respete como músicas, como productoras, como jefas de proyecto. Pero también creo que mi formación, haber trabajado en comunicación, haber visto otras realidades, me ayudó a plantarme y a ganarme un lugar. Hoy me siento mucho más segura de lo que quiero.

– ¿Qué pensás del debate sobre la fusión de géneros musicales?
– Creo que si se hace con respeto, con estudio y con honestidad, está buenísimo. Lo que no funciona es cuando se copia una estética o un sonido solo porque está de moda. Yo nunca me propuse hacer folklore. Se dio. Y me tomé el trabajo de entender ese universo antes de meterme. Para mí, cuando las fusiones son genuinas, abren posibilidades hermosas.
– ¿Cómo es tu vínculo con los productores y cómo encontraste tu sonido?
– Costó. Al principio me dejaba llevar mucho por lo que los productores querían hacer. Me decían: “hagamos esto porque está funcionando”, y yo accedía, aunque no me representara del todo. Con el tiempo, encontré personas con las que me entendí de verdad. Mi pareja es productor, y fue clave para armar maquetas, definir estilos, encontrar un sonido que fuera mío. Hoy estoy en un lugar donde siento que mi música tiene mi voz, mi impronta, y eso me hace feliz.
– ¿Qué se viene en esta nueva etapa?
– El 5 de junio sale la segunda canción de este proyecto, que también es pop, pero tiene otro universo. Cada tema tiene su mundo. No es un álbum conceptual centrado en “Boyz”. Es un recorrido por distintas facetas mías: mi raíz pop, mi amor por los coros, mi búsqueda de fusión. Quiero llenar un estadio algún día, como las artistas con las que crecí. Pero quiero hacerlo con mi identidad. No quiero parecer de ningún otro lugar. Quiero que mi música hable de mí.