La autora de «Hacer bandas es gratis» cuenta el proceso de producción del libro y opina sobre el lugar que ocupa el indie en la industria musical argentina.
Por Florencia Sosa

Alejada del rol de escritora-ensayista, la periodista se posiciona como interpeladora en la tarea más elemental y difícil del oficio: saber qué preguntar, a quién hacerlo y elegir el momento adecuado para ello. En su búsqueda por retratar la escena under en la provincia de Buenos Aires post-pandemia, la obra recupera los testimonios de 68 participantes, entre los que se incluyen músicos, productores, diseñadores y periodistas.
De esta manera, la autora construyó diálogos en torno a temáticas clave, como la propia definición del indie que tienen los y las artistas que la conforman, los modos de ser y hacer de la escena, donde lo colectivo hace que todo sea posible, y la recepción del público en lugares como Vomit y Niceto Club.
El libro narra en contexto y se detiene a describir la industria cultural, explicando cómo la fina línea entre el under y el mainstream se define en la pregunta planteada por la autora: «¿Es posible vivir de la música en Argentina?». En este sentido, narra el crecimiento y consolidación de bandas como Buenos Vampiros, Mujer Cebra, Nenagenix, Winona Riders y El Club Audiovisual.
Con apenas tres meses desde su fecha de impresión (septiembre de 2024), el libro ya está agotando su primera tirada. En él trabajaron Juampa Barbero como editor literario, Sofía Cáffaro en el diseño editorial y Santiago Moscardi en el diseño de tapa. Como no podía ser de otra forma, el libro fue editado de manera independiente. Delfina Montagna resume el proceso en esta frase: «Yo me lo creí y todos me creyeron». En esta entrevista, profundiza.

– ¿Cómo definís el indie?
– Son palabras polisémicas que cambian dependiendo del contexto en el que se las ubique. Hay gente que dice: «un típico indie de mierda», o habla de indie refiriéndose a un estereotipo estético: camisas floreadas, andar en bici, fumar porro y tomar helado. Es como una caricatura del indie, que es una banalización. Eso pasa con muchas palabras en la música, y no creo que haya que ser conservador con los significados.
Para mí, indie es una palabra que, en su origen, se desprende de una disyuntiva mucho más marcada entre la música comercial y la no comercial. No soy experta, pero lo que entiendo es que tiene mucho que ver con la época de los CDs físicos, un momento en el que para hacer un disco se necesitaba mucho más apoyo de la industria. Luego, esto se revoluciona cuando cualquiera puede tener una placa de sonido en su cuarto, con los sonidos «bedroom» y lo-fi.
Sigue siendo caro hacer un disco. Me acuerdo que los chicos de El Club Audiovisual se acercaron a Casa del Puente y le dijeron a su productor, Estanislao López: «Queremos grabar con vos». Cuando vieron el presupuesto, dijeron: «Flashamos», y Estanis les dijo: «No se preocupen, lo vamos a grabar igual, como sea», porque le gustaba la música de ellos. En ese sentido, el significado original de la palabra «indie» sigue vigente.
Para mí, el indie tiene que ver con la autenticidad de hacer y estar en el escenario. Esa autenticidad sigue rodeando los términos comerciales, porque creo que bandas como Mujer Cebra, Dum Chica, Winona Riders, con toda su identidad irreverente, no están haciendo las cosas para agradar ni para pegarla en redes. Indie tiene también palabras hermanas como «under» y «alternativo». Son términos cuyo sentido está en discusión, y lo que intenté hacer con este relato colectivo fue justamente plasmar esa discusión.
– ¿Eras periodista antes de este proyecto?
– Fue en simultáneo. Estaba terminando la carrera de Sociología, pero no era periodista. Sabía que quería dedicarme a la cultura, porque siempre me llamó la atención. Estaba cursando materias, una de investigación sobre cómo hacer un corpus, y también temáticas sobre genealogía, acercarse al archivo y dispersar en lugar de buscar cosas unívocas. A partir de las entrevistas que hice, dije: «Me gustaría mucho ser periodista», y comencé a hablar con gente que participaba de la industria cultural de distintas maneras. Les di el fanzine cuando el libro era, en principio, eso. Así llegué a Red/Acción y luego a Indie Hoy. Mi camino hacia el periodismo empezó en gran medida por este proyecto de «Hacer bandas es gratis».
Recuerdo el día exacto en que se me ocurrió emprenderlo. Fue en el festejo de mi cumpleaños, conversando con un amigo músico sobre el libro que estaba leyendo. Le dije: «Se podría hacer algo así, acá», y él me respondió: «Hacelo». Así que tengo registrado el momento exacto: el 27 de abril de 2022.

– ¿Qué lugar ocupa la música indie en la industria musical argentina?
– No hay un «globo» que sea «la música indie». Quizás estamos poniendo en la misma bolsa a Mujer Cebra y Dum Chica. Mujer Cebra está con el sello Sony, Dum Chica con Virgin Records, que fue el sello de Nirvana. Podríamos decir que Nirvana mismo fue una banda indie por la forma en que Kurt Cobain se acercó a la música, aunque al mismo tiempo tiene uno de los discos más vendidos.
Si me preguntas qué lugar ocupa Mujer Cebra en la industria hoy, es distinto a donde estaba hace dos años. Uno saca un disco y no tiene idea de cómo le va a ir. El lugar que ocupa cambia día a día, banda a banda. El último disco de Dillom, «Por Cesárea», es mega independiente. Sé que cuando lo estaba grabando, con su equipo dijeron: «Ya fue, es un disco que le va a ir mal, pero vamos a hacer lo que nos divierte y nos interesa». Para mí, no hay nada más indie que eso. Y luego, en términos de escucha, estuvo arriba en los rankings.
El cuadro sinóptico que armé para el libro cambiaba mes a mes. Agregaba globos o sacaba globos varias veces. Si hay algo que define a la industria de la música es la movilidad de todo, más en esta época digital.
– ¿Se puede ser indie y comercial al mismo tiempo?
– Para mí, no son dos tendencias contrarias querer ser una banda genuina y ser independiente o indie, y al mismo tiempo querer crecer comercialmente: llegar a tocar en festivales, en lugares más grandes, grabar un disco con más presupuesto, en mejores estudios, con mejores sonidistas. Me parece una crueldad la idea de que, si empezas a llevar una operación con mayor calidad, sos menos indie. La música y las bandas que nos gustan debemos apostar a que crezcan. Sino, es psicópata: «Quiero que seas bueno y suenes bien, pero que te mantengas con esta cantidad mínima de gente que te escucha». Eso es para el estereotipo de persona insoportable que se quiere hacer la distinta y dice: «Me gusta una banda que creo que no vas a conocer». No es así para la gente que está en la industria, para los que la habitan. No vas a encontrar a ningún sonidista, periodista, iluminador o productor que diga: «Quiero que esta banda se mantenga independiente y me parecen unos caretas si tocan en Niceto».

– ¿Cómo fue abordar la cuestión de género en el libro?
– El capítulo La Vidriera, que aborda la cuestión de género, no iba a incluirse originalmente. Al trabajar con el editor en Indie Hoy, íbamos mucho a shows. Yo no quería hacer un capítulo de género, pero al mismo tiempo lo buscaba porque preguntaba, y una parte de mí lo estaba recopilando. Influenciada por la facultad y por lo que estaba cursando, pensaba: «Si hago algo de género, tiene que ser un trabajo más teórico». Pero el editor me dijo: «No, ¿por qué?».
Recuerdo una anécdota de una de las chicas de Fin del Mundo, que vio en Trelew a una chica con el bajo colgado en la plaza, y después la baterista me decía: «Tengo compañeras de trabajo de mi edad que dicen: ‘A mis papás jamás se les hubiera ocurrido regalarme un instrumento. Era algo que no se les regalaba a una nena'».
Un día en particular en que empecé a leerle al editor frases sueltas, y él me dijo: «Es una maldad con el lector tener todo eso y no incluirlo. No tenes que hacer algo académico, hacelo como los demás capítulos». Había leído muchas entrevistas de chicas diciendo: «Estoy harta de que me pregunten cómo es estar en una banda de chicas». Tengo el libro de Kim Gordon, la cantante de Sonic Youth, que se llama La chica del grupo, todo eso me sugería que no era una pregunta que había que hacer. Por eso la introducción se titula: «A ellos no les preguntan».
El nombre La Vidriera proviene de una frase de Juampa (el editor), quien dijo: «Si me pones una vidriera y sabes que todas las chicas tienen el mismo mánager, entonces es un trato entre ese mánager y el organizador del festival (ambos hombres)”. Es hacerle chapa y pintura, pero atrás siguen estando los mismos términos de desigualdad de género en la industria. Esto no pasa en todos lados, pero es una situación posible. Quizás el lineup es todo de chicas, pero el trato sigue siendo de hombres.
– ¿Qué es lo que más te gustó de todo este proceso de emprender un libro?
– Me gustaron muchas cosas. Armar un equipo de gente mega capaz, es como armar tu propia Scaloneta: esta diseñadora editorial, este editor, este diseñador para el arte de tapa, esa red espectacular. Incluso me encantaba ir a un café a encontrarme con gente y hablar. Al trabajar en periodismo en varios medios, sé que no es lo más común a la hora de entrevistar. Ahora todo es por videollamada. Era el momento de construir un encuentro íntimo, de poner la grabadora y que alguien se olvide de que está. Charlar un rato de todo y que se nos vaya el tiempo.
– ¿Qué comentarios recibiste de quienes fueron entrevistados/as para el libro?
– Muchos están muy contentos de que no se pierda en el aire. Se trata de parar un segundo y mirar lo que se construyó desde afuera. Santiago De Simone, ingeniero de sonido de Bohemian Groove, me dijo: «Me fascina ver todas las distintas posturas que hay. Con algunas estoy de acuerdo, con otras no. A veces uno trabaja con esas personas, pero no sabe qué piensan sobre algunas cosas como ser indie o en qué términos ven la industria musical o el trap».
– El 19 de diciembre de 2024 presentaste el libro, ¿cómo viviste ese momento?
– La presentación fue increíble. Jamás me hubiera esperado algo así. Después, alguien me decía que veía gente en el público tomando nota, grabando las respuestas. Muchos hacían preguntas, y eran desconocidos. No me explico cómo el proyecto le llegó a tanta gente. Cuando es un primer libro, sin editorial y completamente independiente, uno espera que la mayoría de las compras sean de conocidos, por compromiso, pero para nada. Todo eso fue fascinante para mí.
